Vale, seremos francos. (La) Hulk de Mariko Tamaki la dejamos estar porque... Bueno, porque nos parecía un rollo patatero. Pero a Kara Zor-El le tenemos casi tanto apego como a Jennifer Walters, así que este tomo parecía una buena excusa para probar de nuevo con la guionista. Y bien, esta historia se resuelve en cuatro números o un solo recopilatorio, con lo que al menos hemos sido capaces de terminarla. Ayudan los dibujos de la siempre excelente Joëlle Jones, eso también. Pero los monólogos interiores (y los diálogos exteriores, ay) de Tamaki me siguen pareciendo tan cargantes e impostados como en Hulk, y la trama tampoco es que presente ni sorpresas, ni especial interés. Y mira que la idea de fondo, presentar los problemas típicos de la adolescencia desde el punto de vista de un superhéroe era... Vale, tampoco muy original. No le daré más vueltas: hay estilos con los que conectas y con los que no, y desde luego con lo leído hasta ahora de Tamaki estoy en lo segundo. Suerte, como decía, de que también estuviera Jones.
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